Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia, no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar allí, con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y alborotaban las piernas.
Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes.
Al día siguiente, alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:
- Se llevaron las mulas.
Y dijo:
- Y se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rió:
- Pero no se llevaron la música.
Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes.
Al día siguiente, alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:
- Se llevaron las mulas.
Y dijo:
- Y se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rió:
- Pero no se llevaron la música.
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El amigo Eduardo Galeano se inmiscuye en el presente de este Sholem de Buenos Aires. Sus palabras atraviesan el andar del Trico en el torneo. El jueves no es un día más para este equipo que está sumergido en el fondo de la tabla. Que hace tiempo no gana. Que no le falta empeño, pero sí resultados. Desde su prédica, el escritor uruguayo nos interpela. Nos dice que todavía podemos tocar. Estamos a tiempo de torcer la historia. Aunque para eso necesitamos la esencia. Esa que nos llevó a Zumerland a principio de año. Esa que sobrevuela en cada entrenamiento amén del frío polar o el calor insufrible. Esa que nos mantuvo en Primera pese a las desprolijidades de Faccma y a nuestras falencias. Esa que nos lleva a poner el lomo cada domingo a pesar de los golpes. La música, dice Galeano. También sostienen que la esencia proviene del infinitivo del verbo latino esse (ser = existir). La esencia, entonces, marca la identidad de un ser. Sholem sabe cuál es su ADN y este jueves necesita que aflore. Que suene. Que aparezca la música, ese que nunca se llevaron.
(Por Yorugua Amigo de Fútbol de Campo)
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